¿Usted se considera político o politiquero? (o ninguno de los dos) ¿por qué?
Para esta ocasión me referiré a “Politiquear” que según el Diccionario de la lengua española es: “Tratar de política con superficialidad o ligereza”, “hacer política de intrigas y bajezas”, y en mis palabras: personas que no solo tratan, si no que juegan, intentan y aparentan intervenir en asuntos públicos con el afán de realizar acciones para el bienestar común (en la práctica se manifiesta lo contrario).
Quizá su opinión coincida, que la mayoría de los que se considera políticos (y que en realidad politiquean) están en las organizaciones del Estado, como es el caso del Congreso de la República, el Ejecutivo y, demás instituciones que son para el servicio, ayuda y bienestar de la sociedad guatemalteca.
El grupo élite (y que politiquean) mantiene algo en común: son corruptos. Este sueño ideal y por el que se desviven, los vuelve sinvergüenzas, rebeldes, delincuentes, pero no les importa, si al final consiguen su objetivo de mantener algún dominio sobre los demás.
Por ese motivo, pensar acerca de política en Guatemala conlleva la idea de mafias, corrupción, desigualdad, dominio, manipulación (la consecuencia es que las personas no se quieran involucrar en política), ya que la tendencia del politiquero es asegurar los intereses personales e individuales, ejecutar estrategias para atesorar fortunas y privilegios para ellos mismos y sus futuras generaciones.
Es una realidad, los grupos élites (politiqueros) con el fin de saquear a nuestro país asechan las oportunidades, se cubren (en ocasiones se atacan) entre ellos, en busca de las minas (oportunidades) que les permita obtener grandes beneficios ideológicos y económicos a costa de los que ellos mismos llaman (especialmente en época de elecciones) con voz fuerte y convincente: Pueblo de Guatemala.
El que politiquea parece no ceder, hace daño, intenta recuperar imagen y credibilidad (para seguir en el puesto y con privilegios); vuelve a hacer daño, pide perdón (en apariencia), realiza acciones (al final cortinas de humo) y sigue ejerciendo. Miente, humilla, lo que piensa y dice no es lo que hace, no le interesa la opinión de los demás, se lava las manos (en cuanta ocasión se le presente), pues al final para estas personas solo importa el beneficio personal.
En palabras de Augusto Monterroso:
“Hubo una vez un rayo que cayó dos veces en el mismo sitio; pero encontró que ya la primera había hecho suficiente daño, que ya no era necesario, y se deprimió mucho”.
El que politiquea es como este rayo; se frustra y piensa que, si no realiza una de sus bajezas, jugadas o ejecuta el as bajo la manga no es digno de ser llamado “político”.
De seguir con personas que politiquean, el país no tiene un rumbo claro (a pesar de que cada cuatro años, en elecciones generales, se ofrezca hasta lo imposible de no cumplir). ¿Existe alguna solución?, considero que sí y que podemos iniciar por asumir nuestra responsabilidad y seguir en la lucha no solo contra la corrupción sino contra todas aquellas acciones que, en vez de adelantarnos como país, nos detiene.
No importa si al final nos consideramos políticos (en el buen sentido de la palabra) o no; lo que sí importa es que, a través de alzar nuestra opinión, manifestar nuestros derechos y aportar el granito de arena como ciudadanos con conciencia social, sí es posible un cambio, hay esperanza, hay oportunidad, existe solución si somos mediadores para una Guatemala mejor.