Esta cifra controversial en el mundo de la educación ha dado mucho de qué hablar. Es una meta abstracta que las instituciones se proponen cada 2 de enero, al iniciar el ciclo.
El jefe de la cartera de educación se ha pronunciado al respecto, diciendo que llevaban 166 días trabajados hasta el lunes pasado y que la semana de evaluaciones se postergó para finalizar el 27 próximo. Y así poder cumplir con la tan anhelada meta.
A principio de año calendarizan y realizan una pronunciación en los medios de comunicación, haciendo énfasis en las actividades a ejecutar durante el ciclo escolar, sin tomar en cuenta las múltiples faltas que se avecinan, como las protestas y huelgas de los sindicalistas liderados por Joviel Acevedo, que no hacen más que colocar una manta de humo para encauzar los problemas gubernamentales a otra dirección además de causar un retraso en el “escaso” conocimiento transmitido a los estudiantes y la continuidad de la enseñanza.
Enfatizo “escaso” porque la educación pública en Guatemala no es más que una costumbre mal cimentada, en donde en la mayoría de instituciones obligan a los estudiantes, a veces mal alimentados, a seguir ordenes impuestas. Y en los pocos días trabajados, los alumnos pasan sentados en un pupitre, cuando el establecimiento es beneficiado con ello y si no, en trozos de madera, blocks o en el suelo, frente a una pizarra, simplemente escuchando lo que la maestra o maestro repite de memoria.
Esto sin dar paso al análisis, la opinión, la investigación y a la recreación lúdica con enfoques pedagógicos. Lamentablemente vivimos en un país en donde el sistema educativo público demanda cada año la calidad de los docentes y de la infraestructura.
Los 180 días no solo deben ser aplaudidos porque puede que se cumplan, ya que solo se “recompensan” los días perdidos por tantas faltas y marchas magisteriales, congresos, capacitaciones y asuetos poco planificados (aunque es un gran avance de los nuevos líderes del Ministerio de Educación) lo verdaderamente importante es que hayan sido 180 días de conocimiento transmitido en una enseñanza eficaz para los miles de estudiantes.
Puede que sea un año de transición en donde al fin se logre concretar este objetivo para empezar un ciclo de educación nacional de nivel superior que tanto necesita Guatemala, realizando programas alimenticios, construyendo edificaciones cómodas y seguras, capacitando académicamente a los docentes y concientizarlos para que impartan clases con verdadera entrega, pasión, entusiasmo y amor no solo personas que obtengan un título de magisterio para poder cobrar un cheque mensual, proporcionar técnicas para que los estudiantes sepan crear y sean autosuficientes, planificar actividades de lectura, numéricas y de historia, que los 180 días no sigan siendo un mito en el mundo educativo sino el inicio de una realidad de calidad.