En el mes número 12 del año, en Guatemala se celebra el nacimiento del niño Jesús. Tradición y celebración, que reúne a las familias chapinas, bajo el pretexto de conmemorar un acontecimiento importante para todo el mundo cristiano. Ésta costumbre guatemalteca, es conocida culturalmente como una época de paz y una época de amor.
Sin embargo, las familias, principalmente los jóvenes, caen en la trampa de lo vanal y de lo sin sentido. Son esos abusos materiales y excesos de bebidas alcohólicas, los que se apoderan de jóvenes, hombres y mujeres, en fiestas previas conocidas como convivios navideños. Lo anterior no seria tan grave, si se tuviera claro, el mínimo sentido real de la navidad, la paz y el amor.
Centros de trabajo, estudio y clubes, se aprestan a organizar el convivio navideño, pasando adelante, las comidas, los regalos y la cerveza. Asimismo, la música, la locura y el despilfarro. Afuera sin poder entrar, la armonía, la tranquilidad, el amor y la paz. Nada los contiene y nadie se detiene.
«La publicidad engañosa y el insaciable amor por el dinero, despierta a los mercaderes navideños, esos que desde octubre y noviembre, mutilan la cultura guatemalteca con la imposición de celebraciones extranjeras. Son los centros comerciales de alta categoría, los que imponen la celebración y el consumo».
En medio de tanta felicidad, música y locura, urgen los regalos. Los presentes, las compras y los estrenos. Aquí surgen los ladrones navideños, esos que se robaron el verdadero sentido de la navidad, de la paz y del amor que debe crecer en las familias y jóvenes guatemaltecos.
La publicidad engañosa y el insaciable amor por el dinero, despierta a los mercaderes navideños, esos que desde octubre y noviembre, mutilan la cultura guatemalteca con la imposición de celebraciones extranjeras. Son los centros comerciales de alta categoría, los que imponen la celebración y el consumo.
Los grandes centros comerciales, anuncian la navidad desde el mes de octubre, no para acelerar el nacimiento del niño Jesús, sino para apoderarse de los ahorros, el aguinaldo y la euforia de consumo de los jóvenes y adultos, consumo que ellos mismos han impuesto con sus anuncios inhumanos, llenos de fantasía y con una fuerte carga de publicidad engañosa.
No se trata de renunciar a la navidad, ni de negar el nacimiento del niño Jesús. Se trata de entender la navidad con su verdadero sentido, el sentido del nacimiento del niño Dios, convertido en amor, solidaridad y paz. Tampoco se trata de evitar el brindis, sino de brindar por la vida y la unidad. Salud por una navidad tranquila, sin excesos, sin euforia de consumo y sin ladrones navideños.