El 25 de noviembre se conmemoró el Día Internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer, y en Guatemala varias fueron las organizaciones que salieron a las calles para pronunciarse con marchas y actividades artísticas colectivas, cuyo objetivo principal fue demandar justicia y castigo a los responsables de la masacre en el centro de protección de menores, “Hogar Seguro Virgen de la Asunción”.
Este caso, ampliamente conocido por la opinión pública, y que a la fecha tiene el saldo lamentable de 41 niñas fallecidas y 15 sobrevivientes que se recuperan de sus heridas físicas y emocionales, se ha convertido en el centro de la lucha de los colectivos de mujeres, no sólo por el hecho en sí mismo, sino por la indiferencia e impunidad que, a más de 8 meses de la tragedia, no han permitido imputar sentencia alguna.
El caso de las 56 niñas de Guatemala, así como los altos índices de violencia física, psicológica o sexual, han provocado que las mujeres guatemaltecas, y de varios países del mundo, se organicen para hacer valer sus derechos; sin embargo, ante la indiferencia estatal y gubernamental, y ante la ausencia de recursos, se han visto en la necesidad de buscar canales alternativos de comunicación, y han encontrado en las plataformas de redes sociales un aliado para el emprendimiento de sus luchas.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU), considera que las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), son una herramienta importante para promover la equidad de género y combatir la violencia contra las mujeres, debido a que la tecnología digital “tiene un potencial democratizador, de ejercicio de derechos humanos, entre otras cosas porque facilita el ejercicio de la libertad de expresión y también del acceso a la información”. -Jessica Vargas- (El Tiempo)
En mi opinión, percibo cierto avance en cuanto a la organización colectiva desde la brecha digital, sin embargo, tal como lo ha evidenciado Amnistía Internacional, un 23% de las mujeres de los países desarrollados, aseguran haber sufrido acoso o abusos en las redes sociales de Internet. En este sentido, el ejercicio de la libertad de expresión queda coartado, porque las mujeres dentro del entorno digital continúan siendo vulnerables a los discursos machistas, de hombres y mujeres que normalizan la violencia tanto en el plano físico como en el virtual.
La polarización social y el incremento de la dependencia cibernética, son dos de las tendencias de riesgo que han afectado al mundo en 2017, y Guatemala no escapa a esta realidad, en donde cualquier persona se siente con la libertad de montar un perfil falso para desacreditar, ofender y violentar a otra, por el simple hecho de no compartir sus valores; por el hecho de ocupar un cargo público; por el hecho tan apremiante de ser mujeres que destacan dentro de una sociedad machista, o simplemente por la necesidad del victimario de escudarse detrás de un ser inexistente, capaz de decir lo que su miserable cobardía le impide decir de frente y bajo un nombre y una imagen propia.
Yo, Claudia X. Molina, formo parte de las estadísticas de violencia contra la mujer, y la mejor forma que he encontrado para erradicar cualquiera de los signos violentos, es visibilizarlos, es decirle a las personas con las que interactúo, que no tenemos por qué callar, que es necesario que empecemos a hablar de estos temas, que los incluyamos en nuestra agenda, para que desde nuestros campos de acción, seamos capaces de impulsar cambios por nosotras, y por todas aquellas que no han tenido la misma oportunidad que nosotras.
Por las 56 niñas víctimas del Estado de Guatemala, a quienes tenemos que reconocer por su nombre; por las niñas albergadas en los centros de protección de menores, por las mujeres víctimas de cualquier tipo de violencia, por las mujeres que día a día forman parte de una estadística mortuoria en las calles de mi país, por las que amamos, por las que nos duelen, por todas nosotras que no vamos a callar más, por tu vida, y por lo que implica en la mía, dedico este espacio para que más mujeres se encuentren en mis letras, para que denuncien, y para que mis palabras sean eco de nuestra voz colectiva.
Yo, mujer, joven, guatemalteca, feminista, estudianta, no quiero ser un número más en las estadísticas rojas del país.
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Gracias hArmonía, por sumarte a esta incansable lucha, por la vida e integridad de las mujeres.
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