Dignificar a la humanidad debe pasar del papel a la acción

El 9 y 10 de diciembre el mundo conmemora dos fechas importantes: el Día Internacional contra la Corrupción y el Día Internacional de los Derechos Humanos, sobre los cuales impera la reflexión en dos sentidos que convergen: la corrupción como característica del subdesarrollo, y el derecho que tenemos las y los ciudadanos de seguir luchando por la equidad, la justicia y la dignidad humana.

El Día Internacional contra la Corrupción fue proclamado hace 14 años, con la finalidad de aumentar la sensibilización respecto a la corrupción, y para visibilizar el papel que puede desempeñar la Convención de las Naciones Unidas para combatirla y prevenirla. Por su parte, el Día Internacional de los Derechos Humanos, fue aprobado  por la Asamblea General de la ONU, en conmemoración de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DDHH), instaurada en 1948.

El 10 de diciembre celebramos el Día Internacional de los Derechos Humanos. Es un día especial en el calendario. Es un día de reflexión, de docencia y de memoria. De reflexión sobre la necesidad de los Derechos Humanos, oxígeno y flujo sanguíneo de una sociedad sana. No hay democracia sin derechos humanos, ni hay derechos humanos sin democracia” –Luis Almagro, Secretario General de la OEA–

En el mundo desigual en el que habitamos, las condiciones se prestan para instar, por todos los medios posibles, a movilizar la conciencia, en lo individual y en lo colectivo; para  abordar los temas que hoy por hoy mantienen la brecha de esas desigualdades humanas, en cuanto a la distribución de riqueza, salud, educación y medio ambiente, por mencionar algunas.

No basta con declarar las fechas que marcan los hitos históricos, como un mero estandarte de celebración anual; por el contrario, es preciso poner sobre la balanza si las libertades y garantías humanas son cumplidas o no, y si la ley se aplica a los países, organismos, instituciones y funcionarios públicos que las incumplen. Es preciso dar a conocer cuánto se ha avanzado en materia de DDHH, y cuánto de ese avance ha llegado a los pueblos más necesitados del mundo.

Los índices de corrupción en las esferas gubernamentales crean tensiones en la cooperación internacional, las cuales repercuten en un aumento en los índices de migración y deportaciones, terrorismo, polarización social y cultural; ello aunado al abandono de las políticas medioambientales, así como a los riesgos en los factores económicos mediante los cambios tecnológicos, pueden llegar a considerarse determinantes para los avances globales de los próximos 10 años. ¿Qué políticas públicas adoptarán los países al respecto?

Es fundamental el conocimiento y la exigencia de lo que los países partes han aprobado para la humanidad que comparte un mismo mundo. Resulta imposible aceptar que la Declaración de Derechos Humanos establezca que “todas las personas tienen la misma dignidad y el mismo valor”, cuando en el plano real persiste el rechazo y la intolerancia hacia las personas de la Comunidad LGBTI; cuando en los países subdesarrollados existe abandono de la niñez que sufre de desnutrición crónica desde antes de nacer, por falta de asistencia social y planificación familiar adecuada para las madres de escasos recursos; cuando en nuestro entorno más próximo queda impune la muerte de niñas y mujeres víctimas de todo tipo de violencia.

Dignificar a la humanidad debe pasar forzosamente del papel a la acción. Las autoridades, de acuerdo a sus competencias, tienen la obligación de ratificar los convenios internacionales y de garantizar la protección y seguridad de la vida de todas y todos los ciudadanos por igual.

Hoy más que nunca debemos trabajar en la difusión de los Derechos Humanos, identificando, señalando y condenando cualquier tipo de vejamen hacia la integridad humana de toda persona. Debemos visibilizar cualquier tipo de corrupción que se geste en el seno de intereses espurios, para no ser parte de este flagelo, cuyos actos, por muy pequeños que parezcan, constituyen la coacción de la voluntad así como el abuso de autoridad de quienes pasan por alto la institucionalidad y el respeto de las leyes y reglamentos establecidos.

Sensibilizar, concienciar, llamar la atención, señalar que existe un problema sin resolver, un asunto importante y pendiente en las sociedades para que, a través de esa sensibilización, los gobiernos y los estados actúen y tomen medidas o para que los ciudadanos así lo exijan a sus representantes.” –Asamblea General de las Naciones Unidas–

Cintillo de Opinión

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