Eran las 9 de la mañana del miércoles 6 de junio. Estaban por cumplirse las 72 horas, desde aquella fatídica tarde de domingo, cuando una fuerte explosión del Volcán de Fuego, arrasó al menos 17 kilómetros de longitud de terreno habitado por miles de familias. La tragedia dejó hasta el momento al menos 100 fallecidos, 58 heridos, 197 desaparecidos y más de 1,7 millones de personas afectadas, según cifras oficiales.

Luego de un escabroso ascenso para la denominada zona 0, ya casi a medio día, se observa a tres hombres que sacaban residuo volcánico de una vivienda. Ellos, estaban con mucha esperanza, buscando los cuerpos de 14 de sus familiares.

Rony Rocael, es un poblador del área. El, junto a su sobrino y otro acompañante son quienes trabajan, de manera incansablemente, para poder encontrar el cuerpo de su hija, nietos y otros familiares. Solo un milagro les podría ayudar. Sus familiares no lograron escapar al momento de la fuerte explosión.

Alrededor, solo se puede observar una terrible desolación e inhalar un olor extraño. Es como una mezcla de material piroclástico y quizá el olor a muerte. La muerte que está presente en todo el sector.
Rony, menciona que desde el lunes está cavando, pero el rescate se ha dificultado por las constantes erupciones del coloso y la lluvia. Recuerda que en varias ocasiones han sido evacuados, por temor a los lahares que descienden. Pero con esperanza, regresan después al trabajo.

La tristeza se puede ver en sus ojos. Pero también la esperanza de poder tener éxito en su búsqueda. Rony dice que para poder encontrar a su familia y a las demás personas soterradas, se necesita más maquinaria porque la que utilizan actualmente no es suficiente.
La esperanza de encontrarlos con vida, parece desvanecerse en cada momento.
-Yo lo único que quiero, si ya no están vivos, es por lo menos encontrar sus restos, para darles sepultura.
Rony restriega sus ojos y continua con las labores de excavación.

Como el caso de Rony, hay muchos en la zona 0. Cada uno tiene su historia. En su mayoría las víctimas residían en la aldea El Rodeo y San Miguel Los Lotes.
Las horas transcurren y el cielo se empieza a nublar. Los cuerpos de socorro logran extraer a otras víctimas de el interior de algunas viviendas que relativamente tienen acceso.

Llega la hora de retirarse del lugar, porque el tiempo ya no permite seguir las labores. Al descender de la zona 0, abajo en el área de Alotenango, ya en los albergues, la condición es otra. Aunque no están en su casa, los pobladores que lograron escapar de la tragedia, viven allí, de manera temporal, con algunas colchonetas y sus tres tiempos de alimentos.

La ayuda de diferentes instituciones, empresas y particulares ha sido vital. En medio del dolor, se puede observar a algunos niños que buscan olvidar lo ocurrido. Algunos juegan a la pelota o cualquier otro juguete, que ha llegado en calidad de donación.

Pero los adultos no olvidan y viene a su mente, una y otra vez, los momentos de angustia y desesperación. Cuentan algunos, que no pueden sacar de su mente las imágenes terribles, cuando esa gruesa nube de material piroclástico, les venia encima y arrasada con todo lo que encontraba a su paso.

La tensión aumenta, cuando oficialmente, a eso de las 17 horas, se anuncia la suspensión de labores de búsqueda y rescate. Todos gritan y claman piedad. Piden que por lo menos busquen los cuerpos de sus familiares.
Entrada la noche, es hora de cenar y dormir. La tensión, no ha concluido. La esperanza, sigue brillado en los ojos de muchos supervivientes.
Sn embargo, después de 72 horas se debe analizar el terreno. Los expertos deben analizar el riesgo para los rescatistas y considerar la fase eruptiva que el volcán de Fuego mantiene. A eso hay que sumar todo el material que se encuentra depositado en las faldas del volcán. Es un riesgo inminente que se corre a cada segundo.
Por: Ruben Lacan y