Por: Cristian Franquel Velix
En un ambiente en donde el ajetreo de las ambulancias se escucha de fondo y el paso del personal médico es constante, tienen lugar los cantos, las risas y las dinámicas que los niños realizan en los dos salones que tiene designados la Escuela Oficial de Párvulos de la Pediatría del Hospital Roosevelt.
En dicha escuela, los niños siguen estudiando cuando son trasladados e internados en la Pediatría del hospital estatal de la zona 11. La misma inició como un proyecto de atención educativa para los infantes que fueron afectados por el terremoto de 1976.
Desde entonces ha acogido a niños de distintos niveles educativos y edades. Actualmente tiene 47 alumnos inscritos, sin embargo se atiende en promedio a 85 niños diarios que ingresan al Hospital Roosevelt por problemas de salud, abuso, violencia o indigencia.

Su directora es Rosa Muralles, quien trabaja en el parvulario desde hace 18 años. Ella comenta que en la Escuela trabajan con todos los niños, sin importar su nivel educativo, pero se adaptan los contenidos según el nivel de conocimiento de los pequeños. Por ejemplo, indica que “hay niños que están en primero, en tercero o hasta en sexto primaria y no pueden agarrar un lápiz”.
A pesar de que la unidad educativa acoge a todos los infantes, solo puede certificar la aprobación de grados para el nivel de preprimaria. Restricción que no detiene las actividades de enseñanza.
El reloj marca las 9 de la mañana y los niños empiezan a llegar a las aulas en donde compartirán hasta el mediodía. Pequeñas dramatizaciones, juegos de mesa, libros de cuentos infantiles y manualidades cubren el ambiente de los salones.

Allí, los atienden 3 maestras con plaza fija y 3 maestras voluntarias, equipo de educadoras que junto a la ayuda de profesoras externas de expresión musical y de artes plásticas comparten y crean experiencias de alegría con los pequeños.
Los pinceles, temperas, tijeras, pegamento y un cilindro de cartón de papel higiénico, son los materiales con los que construirán un pollo. Los resultados son satisfactorios, y van en la misma línea de expresión artística de los cuadros que ellos pintaron y se subastaron el viernes 20 de julio.
Las maestras coinciden en que es agradable trabajar con los niños internados. Marina García, una de las educadoras del plantel, dice que se les pone música, se les incentiva a pintar y se planifica contenidos como una escuela normal. “Hacemos actividades para que se sientan como en casa”, termina diciendo, al tiempo en el que se dirige a la clase colorida en la que la esperan con sonrisas los pequeños.

Dentro de las clases se inicia el día con dinámicas, se pasa a la lectura, se imparten los contenidos planificados por las profesoras y posteriormente se hacen juegos, para culminar con una evaluación de lo aprendido.
Mencionado cronograma ha dado resultados, debido a que la jefa de la Escuela comenta que “ha habido casos en los que los niños siguen estudiando, algunos ya se graduaron de diversificado y otros están en la universidad”.

El reto diario de la Escuela está en que no se sabe cuánto tiempo estarán los infantes en la Pediatría y eso hace que el trabajo se haga conforme el tiempo que permanezcan en ella. La directora dice que “nunca encontrarán una población fija en edad o en grado escolar. Todos son heterogéneos. Además, hay dos caminos: hoy no están porque se fueron a su casa o porque murieron…”.
Mientras el ruido urbano o la brisa del campo son la atmósfera que acompaña a los pequeños que se dirigen a estudiar a los cerca 13 mil 500 establecimientos educativos de nivel preprimario, que hasta el año pasado tenía registrado el ministerio de Educación, la Escuela Oficial de Párvulos de la Pediatría del Hospital Roosevelt lucha contra sus condiciones, la baja inversión en educación en el país (menos del 1%), y contra el ritmo vertiginoso de la vida.