Una vida de tranquilidad se ve afectada por las extorsiones

Por: Jovita Bautista

Mientras se arregla para salir, gestos de tristeza y lágrimas sobre los ojos, denotan en el rostro de Betzabé una preocupación reciente.

Sentada sobre una silla, rodeada de un notorio desorden en su cocina, damos inicio a una conversación que podría interrumpirse por los insistentes toques sobre un mostrador de tienda de barrio.

Betzabé, la niña que creció cuidando al resto de sus 6 hermanos en las montañas pobres de nuestra Guatemala, recibiendo de sus padres una educación plegada de honestidad, obediencia y respeto. Esa pequeña que creció dentro de una sociedad machista, aún más que la actual.

Esa niña que caminó kilómetros para llevar agua a casa, con el paso de los años se convirtió en mujer, una luchadora de la vida que decidió salir de su pueblo natal y emprender, como muchos, una travesía hacia la ciudad capital. Donde conoció a su esposo, con quien formó una familia, que hasta hace pocos meses tuvo un hogar de tranquilidad.

Actualmente Guatemala, no es uno de los países más esperanzadores para vivir, sino uno donde ser persona es un riesgo sino se atiende a las exigencias de la sociedad trastornada en la que se habita. Siendo las principales, la exigencia de cobros ilícitos, cuyas amenazas al no pagar llega a costar la vida.

Betzabé es una de tantas personas, que ahora forma parte de las alarmantes estadísticas del Ministerio de Gobernación, de víctimas de extorsión.

Entre angustia y nerviosismo aún, ella narra cómo fue el día que los victimarios aparecieron en su vida, el cual describe como un día normal en el trajín del negocio.

“Atendía los quehaceres del hogar, esperando a mis hijos, escuché el ruido de una motocicleta”, mientras un joven (menor quizá) descendió de ella y se acercó a la baranda donde le entregó un teléfono celular, empezando en ese instante esta terrible pesadilla, a la cual describe como desesperante.

Una tensión invade su cuerpo, lo denotan sus gestos, con tan solo recordar los momentos de angustia que vivió al recibir aquella primera llamada donde un hombre exigió 5 mil quetzales de entrada, a cambio de la vida de su familia.

Llamada tras llamada, con lapsos de 5 minutos, esperando la respuesta de la adquisición de este monto, la preocuparon más. No saber qué hacer o cómo reaccionar, porque quizá nuestra sociedad está mal acostumbrada a aceptar como normales, los ataques armados en contra de ciudadanos; pero nadie está preparado para recibir una llamada con amenaza personal de muerte.

De inmediato, buscó apoyo en los más cercanos y decidió abandonar su hogar, su negocio el cual describe como algo que a «ambos les costó, empezando desde abajo, que han ganado con esfuerzo y sin quitar nada a nadie, sino al contrario beneficiando a los necesitados de la comunidad”.

Así también, decidió solicitar apoyo a las autoridades, recurriendo primero a la Policía Nacional Civil donde le sugieren acudir al Ministerio Público para dar inicio a una investigación formal. Al llegar a esta entidad hace entrega del teléfono celular, esperando recibir otra de las llamadas, la cual nunca ocurrió

El Ministerio Público dio inicio al papeleo necesario para el caso y la remiten con autoridades municipales, para que asignen seguridad personal. El apoyo de estas instituciones fue inmediato, lo que le animó a regresar a su hogar y continuar con su vida normal.

Sin embargo hace algunos días, fue amenazada nuevamente de muerte, esta vez por medio de una nota escrita, donde exigen la entrega de la extorsión.

Según hipótesis del Ministerio Público, estas amenazas no son formales, sino que pueden ser de grupos rebeldes de jóvenes, que exigen una cuota para sostenerse la vida de vicio. Pero no descartan la probabilidad que este caso sea uno más de las estadísticas frecuentes de la época, debido al pago del bono 14; cifras que según el Ministerio de Gobernación van en aumento.

Por su parte, Betzabé indica que “vivimos dentro de una sociedad llena de maldad”, por lo que no descarta que estas amenazas sean generadas por su misma familia, debido a situaciones personales sucedidas anteriormente.

Entre lágrimas recuerda los momentos de tensión que ha vivido los últimos días, que considera como pesadilla. Y afirma que no está dispuesta a perder a algún miembro de su familia por la delincuencia actual de nuestro país, pero que debe seguir trabajando para poder sobrevivir y que cada mañana antes de abrir su negocio, pone todo en manos de Dios, para que “ese día pase lo que tenga que pasar”

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