Un recuerdo de guerra y muerte

Ubicado a 77 kilómetros de la ciudad capital de Guatemala, en un antiguo destacamento militar, ubicado en San Juan Comalapa, Chimaltenango, fueron encontradas 220 osamentas en 53 fosas comunes, victimas del conflicto armado interno.

Por: Cristian Velix y Rubén David Lacan

En el espectro social se dice que una persona no muere hasta que es olvidada, un pensamiento que puede validar Dora Colaj, quien rememora el dolor, el miedo, la tristeza y la amargura que le genera el pensar acerca de las dificultades producidas y vividas durante el Conflicto Armado Interno.

Memorias que salieron a relucir cuando se inhumaron 172 osamentas en San Juan Comalapa, municipio de Chimaltenango, el pasado 20 junio. Ese sitio es el lugar de origen de Colaj, una zona que abandonó, junto a sus padres, cuando tenía tres meses de edad.

No obstante, ella afirma que las fuerzas represivas de ese entonces le deben una factura. “Me quitaron toda mi niñez, mi adolescencia, todas mis pertenencias en esta comunidad”, expresa la afectada.

Féretros donde fueron llevadas las 172 osamentas para su inhumación. Foto por: Rubén David Lacan

Su vida la desarrolló en la Capital, ahí la familia fue apoyada por el Consejo Nacional de Desplazados de Guatemala (Condeg). Una asistencia que posteriormente se uniría al respaldo de extranjeros y profesionales en búsqueda de esclarecer los hechos de esa época, en la cual, según Colaj, no pudo volver a su tierra.

“Habíamos dejado todo. Ya no pude regresar a Comalapa, pero para qué regresar, había comunidades arrasadas. Cuando volvimos ya no estaba la casa de mi abuelita, ni las vecindades”, relata la guatemalteca.

El cese al fuego ocurrió con la firma de los Acuerdos de Paz en 1996. Han pasado 22 años de ese acontecimiento y sus efectos aún no han sido totalmente clarificados. Casos como las desapariciones, asesinatos y fosas comunes siguen siendo materia de investigación.

Decenas de personas acompañaron la inhumación de las 172 osamentas. Caminaron más de 3 kilómetros para llegar al lugar donde les darían un «ultimo adiós». Foto por: Rubén David Lacan

Colaj no está exenta de ese trabajo, ya que sigue buscando los restos de dos tíos, desaparecidos en el penúltimo decenio del siglo pasado. Dicha acción la ha hecho con ayuda de la Fundación de Antropología Forense de Guatemala (FAFG), la cual realiza exhumaciones de cuerpos con el fin de identificar a personas a partir de muestras de ADN.

De los análisis de junio, la FAFG logró identificar a 48 personas quienes provenían de Comalapa (29), Ciudad de Guatemala (6), Chimaltenango (3), Tecpán (2), San Martín Jilotepeque (2), Mixco (2), y Zaragoza (1).

De ellos, ninguno correspondía a los familiares de Colaj, sin embargo ella no pierde la esperanza de que los avances científicos y tecnológicos puedan confirmar en algún momento el hallazgo de los restos de sus parientes.

A pesar de que no lograron identificar a sus tíos, ella señala que ya han encontrado a otros familiares, descubrimientos, que en palabras de la entrevistada, “le ha dado fortaleza e identidad, para reconocer nuestra historia”.

Una historia que afirma Colaj deben conocer los niños, una historia que no debe repetirse, una historia que permita saber quiénes son esas personas que están en las osamentas.

 

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