Por: Freddy Poroj
El devenir de cada día trae consigo una serie de procesos comunicacionales cuyos resultados hacen reflexionar cómo los sistemas sígnicos crean realidades prácticas y sociales, tal como lo plantea Nikólaievich (1992) que un producto ideológico no solamente constituye una parte de una realidad ya sea natural o social, como cualquier cuerpo físico, cualquier instrumento de producción o producto para consumo, sino que además, en contraste con los anteriores, refleja y refracta otra realidad exterior a él. Es por eso que “Todo lo ideológico posee significado: representa, figura o simboliza algo que está fuera de él. En otras palabras, es un signo. Sin signos, no hay ideología. Un cuerpo físico es igual a sí mismo por así decir; no significa nada sino que coincide totalmente con su particular naturaleza dada. En este caso no hay problema de ideología.” (19).
Incluso existe un modelo educativo que se enfoca en el desarrollo de la conciencia con el propósito de mejorar la calidad de vida de las personas propuesto por su fundador Alfonzo Ruiz, en donde el conocimiento de uno mismo es la clave para la intensidad de la vida, mejorando las relaciones interpersonales que producen cambios sociales, y no solamente ideológicos sino físicos; en este sentido, la ideología sería la forma significativa de connotaciones porque la noción de metalenguaje, es utilizada para entender nuevos sistemas de objetos significantes a veces paradójicos. “Nos encontramos, pues, para terminar, con un conjunto complejo en el que el lenguaje, a su nivel denotado, es metalenguaje, pero en el cual este metalenguaje penetra a su vez en un proceso de connotación…” (Barthes, 1971: 93-94).
El Sistema Semiológico Segundo (SSS), establecido por el autor arriba citado, es una nueva forma de lenguaje, es decir, que los signos adquieren un significado connotado de los objetos materiales particulares; o bien, cualquiera de la naturaleza, por ejemplo, la tecnología asociada a la web 2.0 y 3.0 que ha traído una forma de ver la realidad que el SSS ayuda a entender. Tanto así que el consumo puede llegar a ser un signo, en el sentido de adquirir mediante la signosis un significado que va más allá de su particularidad específica, es decir, lo denotado. De ahí que un signo no existe simplemente como una parte de la realidad, sino que la refleja pero que también refracta otra, lo cual puede distorsionar todo un discurso social establecido. Empero, la pertinencia seleccionada por la investigación semiológica se refiere, a la significación de los objetos analizados de la cotidianidad, es decir que se pone en tela de juicio a determinados objetos, pero únicamente bajo el aspecto del significado que éstos conllevan. Por ejemplo, en el caso de las modas que surgen en cuestión de meses o años, es evidente que tienen implicaciones económicas y estrictamente sociológicas que desde el punto de vista del sistema semántico de la semiología, constituyen asociaciones de signos en términos de pertenencia y función.
El punto de partida de lo cotidiano puede explicar que cada signo está sujeto a los criterios de evaluación ideológica porque el dominio de la ideología coincide con el sistema de significación, es decir, los códigos. En este sentido, todo lo ideológico siempre tendrá un valor semiótico. “Todo signo ideológico es no solo un reflejo, una sombra, de la realidad, sino también un segmento material de esa misma realidad. Todo fenómeno que funciona como un signo ideológico tiene algún tipo de corporización material, ya sea en sonido, masa física, color, movimientos del cuerpo, o algo semejante.” (Nikólaievich, 1992: 21). En efecto, cuando se logra comprender un SSS, no es más que un impulso de referencia entre lo que se asocia en la mente con lo que se conoce. Y esto porque la conciencia, por mucho que sea individual es un hecho ideológico establecido en sociedad.
La distinción entre los conceptos que cada persona tiene como miembro de una comunidad, lejos de una estructura compleja de poderes, y los que conviven en una estructura semiótica avanzada, deben ser considerados de la misma forma para poder explicar la dicotomía del signo interno y externo y las connotaciones que conlleva cada uno. Quiere decir que el pensamiento cotidiano pertenece a un sistema ideológico gobernado por las reglas dictadas por las abstracciones teóricas, tan real como lo biológico en su constitución particular.
Fuentes:
- Barthes, Roland (1971). Elementos de semiología. Editions DU SEUL, Paris. Traducción Alberto Méndez. Alberto Corazón Editor, Madrid.
- Nikólaievich Voloshinov, Valentin (1992). El Marxismo y la filosofía del lenguaje. (Los principales problemas del método sociológico en la ciencia del lenguaje). Alianza Editorial. Lavel. Los Llanos, nave 6. Human. Madrid, España.
(Imágenes extraídas de: http://www.google.com)
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