Por: Freddy Poroj
La polisemia de los signos es lo que mantiene vigente, dos de tres, fundamentos de la mutabilidad en la diacronía y que en semiótica se identifican como las dos reglas básicas de la arbitrariedad, según Velásquez (2009) quien explica que para un significante no existe necesariamente un significado y viceversa. Y esto porque no existe algo de ley que demande una relación impoluta, si se quiere, entre ambos elementos. Esto implica que los fenómenos comunicativos no pueden ser explicados exclusivamente por medio de categorías lingüísticas, sino que van más allá de la concepción estructural del lenguaje articulado.
En el entendido que tanto una palabra, con el rol de significante y un significante independientemente de ser palabra, puede explicarse de distintas formas sin la necesidad de utilizar otras palabras, por ejemplo representar el concepto de un significante con un dibujo, una gesticulación y hasta en una construcción. Asimismo, los significados que pueden tener los nueve tipos de signos planteados por Peirce: cualisigno, sinsigno y legisigno; ícono, índice (index) y símbolo; y rema decisigno (dicente) y argumento cuando son considerados en sí mismos (como fundamento), en relación al objeto y en relación al interpretante respectivamente. Por supuesto, valiéndose como explica Peirce (1974), de una “observación abstractiva”.
Un significante, o representamen, es algo que está para alguien, representa o se refiere a algo en algún aspecto o carácter. Es decir, se dirige a alguien, esto es crea en la mente de esa persona un signo equivalente, o tal vez, un signo aún más desarrollado. Este signo creado es lo que yo llamo el interpretante del primer signo. El signo está en lugar de algo, su objeto. (22)
Para esto, el autor realizó una diferenciación desde el punto de vista de la semiosis en tres partes: la primeridad, la cual hace referencia al conocimiento elemental del humano, es decir lo que las personas perciben por sus cinco sentidos, en otras palabras, cualquier significante que se capta gracias al interés de querer conocerlo. La segundidad, implica que luego de captar algunas, o quizá, todas las cualidades de cualquier significante, se distinguen recurrencias en las sensaciones. Tiene un grado de complejidad porque encierra un proceso de distinción. Asimismo, la terceridad (mediador, según clases de interés) posee un grado mayor de complejidad de la segundidad, en cuanto al conocimiento, porque ésta implica el discernimiento de leyes. De alguna manera, enlaza las primeras dos y producto de esta relación se lleva a cabo un razonamiento, el cual invita a interpretar. Para ampliar el tema, recomiendo la lectura de (https://elsancarlistau.com/2018/12/10/el-icono-como-primeridad-del-objeto/).
Hoy en día, los términos que más asocian las personas al momento de comunicarse en cuanto a representación visual es el ícono y símbolo, no porque sean los únicos que existan sino porque son los que por su practicidad sin caer en teorizaciones, tienden a encerrar diversas asociaciones con significados distintos, y esto porque “Todo el razonamiento precedente tiende a demostrar que los signos icónicos son convencionales: es decir, que no poseen las propiedades de la cosa representada sino que transcriben según un código algunas condiciones de la experiencia.” (Eco, 1986: 187)
De alguna lo anterior implica que para centrarse específicamente en los íconos se debe tomar en cuenta la primeridad, ya que a partir de las cualidades que tienen similitud con el objeto, se establecen relaciones de semejanza o analogía. Esto quiere decir que los códigos dentro de un sistema sígnico estructuran unidades de identidad. Es muy difícil que un signo visual se explique así mismo sin la intervención de lo verbal; necesita casi siempre del acompañamiento de un texto para que el significado que se propone dejar logre el alcance deseado. En este sentido, se debe establecer que toda interpretación se debe al aspecto gnoseológico como principio de las relaciones implícitas en cada una de las propuestas informativas. No está de más mencionar los cuatro tipos de afirmaciones propuestas por Eco, para entender la dinámica de los signos icónicos: naturales, convencionales, analógicos y con estructura digital.
Declarar que el código icónico se encarga de elegir rasgos pertinentes, en cuanto a figuras como unidades perceptivas, implica que los signos que lo componen únicamente denotarán al estar dentro de contextos icónicos, ya que estos “Se articulan en figuras, signos y enunciados o semas.” (Eco, 1986: 210)
Fuentes:
- Eco, Umberto (1986). La estructura Ausente. Editorial Lumen, S. A. Barcelona, España.
- Peirce, Charles Sanders (1974). La Ciencia de la Semiótica. Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires, Argentina.
- Velásquez Rodríguez, Carlos Augusto (2009). Teoría de la mentira. Una introducción a la Semiótica. ECO ediciones. San José Villa Nueva, Guatemala.
(Imágenes extraídas de: http://www.google.com)